Farmacia y literatura como binomio creativo
Por Marta García Garralón
Visita guiada
La botica y el personaje del boticario se ofrecen como temáticas sugerentes para la creación literaria.
El interior de estos establecimientos ha inspirado en el mundo de la literatura visiones diametralmente opuestas, que van desde la concepción de las boticas como lugares regidos por el orden y la limpieza, en donde la exactitud y la organización brillan como enseña profesional, a la contemplación de este espacio como un recinto extraño al ojo común, abigarrado, de desconocidos e intensos olores, y a veces incluso ornamentado con animales disecados colgando del techo.
La figura del boticario también ha polarizado el interés de los creadores. Este personaje se revela en obras pertenecientes a diversos géneros literarios, algunas especialmente memorables.
El boticario de Stacy Marks.
La Ilustración Ibérica, 2 de febrero de 1884, p. 74. Hemeroteca Digital BNE. http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001331853&search=&lang=es
La Ilustración Ibérica, 2 de febrero de 1884, p. 74. Hemeroteca Digital BNE.
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001331853&search=&lang=es
Botica de Pablo Fernández Izquierdo en la calle de Pontejos, 6.
Los Avisos, 20 de octubre de 1878, nº 29, p. 1. Hemeroteca RANF.
https://bibliotecavirtual.ranf.com/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=3010208
Los Avisos, 20 de octubre de 1878 nº 29. Hemeroteca RANF.
https://bibliotecavirtual.ranf.com/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=3010208
A los ojos del literato, un farmacéutico puede generar diversas apreciaciones y juicios sociales. El profesional de los fármacos se nos ha presentado como un experto micólogo, conocedor de la jardinería, maestro en los secretos de la herboristería y elaborador de sorprendentes licores. También lo ha sido como un personaje de conocimiento y autoridad, en un entorno social en el que los individuos ilustrados formaban parte de una minoría privilegiada.
En otras ocasiones, el boticario juega un papel de educador en materias ligadas a las ciencias, la sanidad o la química, una especie de divulgador del progreso y adalid de la ciencia, un profesor al servicio de la salud pública.
Más allá de los citados estereotipos, la literatura nos ha mostrado a boticarios como mercaderes de remedios en el peor sentido: personajes indeseables, rapaces y deseosos de ganancia rápida, que se aprovechan de la desgracia ajena en su propio interés. No olvidemos que la literatura a menudo se nutre de contextos de transgresión, en los que la infracción y el delito dibujan escenarios alternativos, con marcados contrastes para el lector. Tal es el caso del boticario mantuano suministrador de venenos del Romeo y Julieta de William Shakespeare, un personaje de aspecto miserable y poco recomendable.
En el inframundo de los personajes despreciables habita otro boticario de escasos escrúpulos, el farmacéutico Homais, uno de los protagonistas flaubertianos de Madame Bovary. Se trata de un individuo vanidoso y complejo, de carácter anticlerical, progresista y practicante del intrusismo médico, en el que el autor concentra su rencor y a la vez su fascinación por la burguesía2.
Primera página de la edición de 1900.
Gustave Flaubert, La Señora de Bovary, traducción de Tomás de C. Durán. Barcelona, Maucci, 1900, p. 5. Biblioteca Digital Hispánica BNE.
http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000054885&page=1
Gustave Flaubert, La Señora de Bovary, traducción de Tomás de C. Durán. Barcelona, Maucci, 1900, p. 5. Biblioteca Digital Hispánica BNE.
http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000054885&page=1
Biblioteca Digital Hispánica BNE.
http://catalogo.bne.es/uhtbin/cgisirsi/0/x/0/05?searchdata1=Mimo0002196396
Biblioteca Digital Hispánica BNE.
http://catalogo.bne.es/uhtbin/cgisirsi/0/x/0/05?searchdata1=Mimo0002196396
Y en el ámbito de la literatura en español, uno de los boticarios más conocidos en la historia de las letras ha sido el castizo Maximiliano Rubín, marido de Fortunata y personaje antihéroe. Benito Pérez Galdós lo dibuja de forma magistral en su Fortunata y Jacinta.
La riqueza descriptiva de la evolución psíquica de Rubín revela un riguroso trabajo de documentación y los numerosos conocimientos del autor canario en Medicina, Farmacia y terapéutica, así como su especial sensibilidad en torno a la enfermedad y el sufrimiento3.
Algunos autores más han dado el protagonismo de sus obras a boticarios y boticas. Este es el caso del dramaturgo y poeta Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873), que en 1850 escribió la comedia de enredo La familia del boticario, desarrollada en la trastienda de una farmacia. El contexto farmacéutico sirve de excusa para seguir los amores del mancebo con la hija del boticario4.
Antonio Fernández Lepina, escribió El drama de la botica: juguete cómico en dos actos derivado de episodios de una obra extranjera. La obra es una comedia que se estrenó en el Teatro Cómico el 13 de enero de 1920, en la que la acción tiene lugar en una botica de un pequeño pueblo de Castilla, por la que desfilan varios personajes entre recetas, píldoras y remedios medicinales.
Destaca especialmente la obra para teatro del escritor de la corriente noventayochista, Pío Baroja, titulada Arlequín, mancebo de botica o los pretendientes de Colombina, datada en 1926. Se trata de una farsa grotesca, basada en la Commedia dell’Arte, en la que se hace un crítica ligera y desenfadada a sus personajes. El éxito de la pieza estriba en la simplicidad de las antiguas farsas, en las que se parodian asuntos del gusto popular: un mancebo de botica pretendidamente torpe termina descubriendo su origen noble, lo que le permitirá alcanzar el amor soñado.
En su prólogo a la publicación en la que incluyó la comedia Arlequín, mancebo de botica, el autor explica que tanto empeño ponía en su “libros largos” como en estos “entretenimientos”. Su Arlequín era un personaje absolutamente exagerado y alejado de la realidad precisamente porque le resultaba más fácil darle unidad a la obra cuanto “más falsos y más amanerados” fueran los personajes. Esta era una “ley literaria” personal que fue notando en las pocas obras de teatro que escribió5.
Vicente Moreno. Archivo Moreno. IPCE, Ministerio de Cultura y Deporte.
Vicente Moreno. Archivo Moreno. IPCE, Ministerio de Cultura y Deporte.
↑ 1 Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes, 1837, p. 839. Botica procede del griego apotheke en su acepción de almacén o depósito de mercancías, que más tarde derivaría en una tienda más o menos especializada. La palabra boutique procede asímismo de apotheke, así como bodega, almacén de vinos. El propio término apotheke está compuesto del prefijo apo- (quitar, extraer) y de –theke (caja o armario): quitar del armario, destapar, sacar algo de donde estaba guardado u oculto, precisamente por su valor, por su significación o por los riesgos que, no sabiamente administrados, podrían causar a terceros. Álvaro Cunqueiro, Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos. Mar Maior, 2014, p. 176.
↑ 2 Juan Esteva Sagrera, “El boticario Homais”, en Offarm. Elsevier, febrero 2004, vol. 23, núm. 2, pp. 152-158 [accesible en línea] [consultado el 25 de agosto de 2021] https://www.elsevier.es/es-revista-offarm-4-articulo-el-boticario-homais-13057703.
↑ 3 Por todas estas razones, hemos dedicado en nuestra exposición un apartado especial a la obra de Galdós.
↑ 4 Sé amoroso y no colérico
mientras te dure el calórico.
Yo con tono cadavérico
me quejaré de mi histérico
que ya se va haciendo histórico.
…
Si este juguete os agrada,
y yo no soy temerario
en pedir una palmada,
nos vendrá… como pedrada
en ojo de boticario.
Manuel Bretón de los Herreros, La familia del boticario. Madrid, 1850. BN. R.MICRO/7695 [disponible en línea] [consultado el 28 de agosto de 2021] http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000120633, p. 26.
↑ 5 Prólogo de Pío Baroja en la edición de José-Carlos Mainer Pío Baroja. Narraciones, teatro, poesía. Barcelona, Círculo de Lectores, 1998, p. IV.